—No sé por qué he venido aquí. ¿Qué estamos haciendo? Estamos aquí sentados, comiendo, bebiendo, y ninguno estamos diciendo realmente nada.
—¿Qué quieres que diga? ¿De qué quieres que hablemos?
—¿Por qué no me llamaste? Es que... ¿no merecía otra explicación que esa carta? ¿No podías haberme llamado? ¿No podías haberme dado alguna opción para hacerte cambiar de idea? ¿No crees que me debías eso?
—No pude...
—No pudiste. ¿No te pareció importante como para llamarme? ¿Por qué?
—Porque no pude.
—¡Dame una respuesta! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué no?!
—¡Porque no pude!
—¡Quiero una respuesta!
—Porque solo con oír tu voz habría cambiado de idea.
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